Hace muchos años en Aracataca, cuando se jugaba trompo en cualquier parte, cuando los niños le hacían caso a cualquier persona adulta, cuando no existían las comidas precocidas, cuando se utilizaba la vara y el canto, cuando se jugaba al caballito de palo, cuando se peleaba a las trompadas, en fin, cuando el banano no costaba nada y cuando no estaba la fiebre del Gabo. ¡Hacen muchos años!!!!!!!.
Un viejo amigo, vivía en la casa donde nació el Nobel Gabriel García Márquez, pero él no sabía porque en ese entonces vivía en la casa de adelante y pensaba que la casa que se encontraba en la parte detrás era una casa más, desolada y remplazada por la mano del hombre en la cual él no habitaba por tener una mejor. Al correr de los años El nobel Gabriel García Márquez fue cobrando popularidad por sus novelas en especial por Cien Años De Soledad. Entonces empezaron los turistas a visitar dicha casa (monumento) al enterrarse de la forma como vivía el Nobel y cuáles eran sus amistades, las personas no se cansaban de tomar fotos de la vieja vivienda con el fin de tener un recuerdo donde el Gran Nobel vivió parte de su infancia y adolescencia.
Con el transcurrir del tiempo mi viejo amigo se entera a través de sus novelas y de sus vecinos que efectivamente vivía en la casa donde el gran Nobel quisiera dejar parte de sus recuerdos , infancia y amistades para convertirse en un personaje de gran envergadura a nivel internacional. Entonces se dedica en sus tiempos libres a atender a los turistas en especial los gringos, que cargados con cámaras y un poco de dólares querían tener recuerdos de este personaje. Fue así que en una temporada invernal pegó un fuerte vendaval llevándose muchos techos de zinc de aquellas humildes viviendas que en gran parte fueron construidas con la llegada del banano a la zona bananera y muchos de ellos fueron a dar al patio de la vieja casa del gran Nobel. Mi amigo en una de esas visitas de los turistas, un día cualquiera un Gringo le pregunta que si ese zinc que se encontraba en el suelo era de la humilde vivienda del gran nobel? y este sin pensarlo dos veces le manifiesta que sí, el Gringo le dice que le da un dólar con tal de obtener un pedazo de zinc de esta humilde casa que cada día se convertía en un centro de atracción, pero que a su vez se deterioraba más por el desconocimiento cultural de un pueblo. El Gringo le entrega un dólar y se lleva su pedazo de de zinc.
Más tarde, el viejo amigo ve la importancia económica que tienen los pedazos de zinc que algún día por obra de la naturaleza fueran a dar al patio donde él vivía y que precisamente podía convertirla en un gran negocio para él; pero, al pasar los años los pedazos de zinc se fueron acabando, hasta llegar el momento de no tener nada que ofrecerle a los gringos en su visita. Fue así que un día de turismo, El Viejo amigo mira en la sala unas viejas botas de su papá que se encontraban todas descocidas y maltratadas por el barro, con los cordones reventados y muy desteñidas y ve en ellas un gran negocio; entonces las toma se va a una vieja batea que tenía su abuela las lava con mucho cuidado, las pone al sol para que se sequen y una vez secas y pulidas las exhibe en la casa del gran Nobel; diciendo que esas eran las botas del gran Aureliano Buendía. Un gringo que se encuentra escuchando la charla del Viejo Amigo, espera que los demás turistas salgan de la sala y este le ofrece 5 dólares con tal de obtener el par de botas del supuesto Aureliano Buendía. El viejo Amigo le dice al Gringo que las botas no tienen precio, pero..., si le daba diez dólares, las botas serian de él. El gringo con tal de obtener una reliquia de la casa del Nobel toma su morral saca los diez dólares y se los entrega a su amigo, el Gringo toma sus botas de la emoción y las llevas colgando de su mano derecha, cuando sale de la casa del Nobel y pasa por todo el frente de la casa del viejo amigo, donde se encontraba sentada la mamá de él. Esta se da cuenta que el gringo lleva consigo las botas de su marido, y de inmediato llama al Gringo de una forma airada y le pregunta : ¿ señor para donde lleva las botas de mi marido? -El gringo le responde: “yo habérselas comprado al joven que recibe a los turistas, estas botas me costaron diez dólares y por lo tanto son mía”. La señora madre le arrebata las botas al gringo y le dice: “no señor, dígale al joven que le regrese la plata porque esas botas son las de mi marido ir a la finca”.
El viejo amigo escucha el escándalo en la calle, y con mucho cuidado se asoma, se da cuenta que es la mamá que esta peleando con el gringo las botas de su papá . Este ni corto ni perezoso abandona el recinto se vuela el patio que era de cerca de palito y cuando el Gringo llegó a buscarlo, hacia mucho rato estaba muy lejos de su casa.
El viejo amigo, llega en las horas de la tarde, muy preocupado por lo acontecido lo esperaba su mamá con una vara de calabazo dándole una fuerte limpia (golpiza) para que no volviera hacer más nunca esa acción.
Esta historia de la cotidianidad de Aracataca es una cuento común y silvestre que pasa en un día normal en ese mundo mágico donde lo inverosímil es normal, recreado en la literatura como Macondo.